Detrás de los grandes géneros siempre hay pequeñas grandes películas. En It Follows se dan cita la puesta en crisis de los tópicos del cine de terror y el virtuosismo formal, dos motivos para acercarnos con interés a este filme de apariencia banal, de argumento endeble y de vocación cercana a la serie B. En él, una chica se contagia de una terrible maldición al consumar su primera relación sexual. A partir de entonces un fantasma no dejará de perseguirla, bajo las diferentes apariencias de personas cercanas, con el objetivo de asesinarla.
El hecho de que solamente sea Jay, la heroína del filme, quien puede advertir visualmente la amenaza, transforma el relato en una paranoia que juega con la idea de la credulidad en torno a sus compañeros. Una amenaza invisible que podría ser, en realidad, una simple enfermedad mental de la protagonista (una Maika Monroe sin cuya total entrega no sería posible una película como esta). A través de la metáfora fantasmagórica, It Follows dibuja un perfil muy sutil de la América profunda, de sus temores y de las neurosis que las nuevas generaciones han ido heredando de manera natural e inevitable.
Lo interesante no es solo el dibujo social que se pone en juego, pues al fin y al cabo se trata de la esencia sobre la que se ha construido históricamente el terror como género, sino la manera con la que David Robert Mitchell traduce a imágenes ese relato. Un Jonathan Glazer menor, en el mejor sentido: un alambicado lenguaje visual capaz de escenificar la deshumanización del hombre. La filmación a través de un instrumento como la steadycam exige una cuidada observación, en tanto que plantea nuevos caminos narrativos: filmar la acción a través de panorámicas y utilizar el plano en movimiento para los tránsitos en calma no es una decisión trivial, sino todo un hallazgo. De repente, la acción en plano general genera una perspectiva de lo grotesco porque el fantasma no necesita de espacios cerrados para resultar una amenaza. Al contrario, la idea de una escapatoria imposible es el gran motor que utiliza el filme para invitar a la inquietud. El uso de la steadycam, por el contrario, genera una tensión propia de los códigos del género aún cuando solo se utiliza en instantes de paz, de ahí el particular efecto que generan los recursos formales de la película.
Y quizás sea ese juego con los códigos del género lo más importante que se pone en juego en It Follows. Podría considerarse a David Robert Mitchell, al género de terror, lo mismo que a Gareth Edwards con el cine de monstruos: dos autores que han entendido, asumido e interiorizado los códigos de dos géneros dispares para controlarlos hasta el punto de poder darles la vuelta, de poder cuestionar esos lugares comunes, especialmente en la dimensión visual, que han conformado el imaginario popular de lo que debe contarse y cómo debe hacerse. ¿Qué elementos forman parte indisoluble de la serie B? ¿Por qué a un sobresalto debe antecederle siempre un silencio sepulcral? En ese sentido, a partir de las preguntas que parecen formularse las imágenes, este filme pone patas arriba las convenciones de un género trillado en el que la sorpresa y los golpes de sonido deberían jugar, supuestamente, un papel fundamental.
Allí donde en otros filmes hay un ruido ensordecedor, que ha sustituido a la capacidad de generar un terror real, en It Follows hay una original banda sonora (compuesta íntegramente por sintetizadores, lo que contribuye a la extrañeza de su atmósfera) que precede a todo encuentro desagradable, porque la película no se nutre de sustos triviales sino de la sensación de inquietud constante que pretenden generar sus imágenes. Unas imágenes vivas y lúcidas, que plantean retos narrativos en cada secuencia y que ofrecen un tour de force de un realizador muy seguro de sus propias fortalezas como cineasta. De poco sirven los achaques a su historia en términos argumentales o la puesta en duda de la credibilidad de un cuento puramente fantástico. It Follows es un relato contado en imágenes que no solamente hablan de una América incapaz de escapar de sus temores, sino que se han atrevido a interrogarse a sí mismas, a cuestionarse su sentido, a preguntarse por su significado y a seguir avanzando.