Qué lejos quedan ahora los éxitos de Stephen Frears de los años ochenta. Si su modelo de mayor éxito era ampuloso y narrativamente teatral, sus éxitos en los últimos años no varió demasiado aquel esquema (The Queen, 2006).
Sin embargo, la vuelta con Cheri al uso de sus procedimientos narrativos más acertados con el que hiciera su mejor película (Las Amistades Peligrosas, 1988) demuestra cuán distante se encuentra ahora de su más álgido momento creativo, y cuán anacrónica resulta ahora esa mezcolanza de la cultura pop con el drama de época, que hace ya tres décadas parecía lo más sofisticado posible para la industria.
Frears utiliza aquí esos procedimientos suyos ya tan desgastados, pero el material, muy cercano al mundo teatral, y el buen oficio del director como narrador de un filme de época conforman una película pequeña, que en un breve lapso de tiempo y con una sencillez punzante son capaces de crear un relato lleno de riqueza.
Secundado además, por Michelle Pfeiffer, una actriz con la que se complementa a la perfección en una de sus mejores creaciones, haciendo gala de toda su madurez actoral, la pieza se vuelve una miniatura de maravillosa ejecución. El relato se deshace y se deja paladear con el impulso visual de su creador y la complicidad con su actriz principal.
Darius Khondji ofrece su acostumbrada labor magistral en la fotografía. La iluminación en interiores es tan creativa, natural y rica en matices que el aspecto visual termina por ganarle la partida ampliamente en numerosas ocasiones al material que se trata.
Alexandre Desplat vuelve a colaborar con el director para quien ya escribiese la partitura de The Queen y firma aquí uno de sus, cada vez más frecuentes, rutinarios trabajos. La impronta burlesca de Desplat se desmesura continuamente aquí, en un contexto tan poco oportuno. Sus temas románticos y el despliegue orquestal lleno de sutileza del compositor salvan la partitura definitivamente.
En definitiva un drama menor, una película pequeña que engaña por su pomposidad superficial y por la destilación estética de primera línea. Se trata de una apasionada película de otro tiempo, hecha con herramientas que ya no tienen cabida en el cine del presente.