Absurda tercera incursión en el mundo de la animación digital por parte de Robert Zemeckis que trae al cine nuevamente la leyenda de Beowulf en una lectura que acoge a los pecados capitales y trata de fundirlos en las preocupaciones de su personaje principal.
La narración de Zemeckis juega al virtuosismo gratuito, al más difícil todavía y a la recreación visual desde todos los ángulos posibles partiendo de ‘tomas largas’ que ensanchan y abren el campo constantemente, como si quisiera declararse deudor del cine de Kurosawa, pero se queda en una mala imitación de Peter Jackson.
La historia, que pronto comienza a desvelarse tan nimia como carente de fuerza cinematográfica, parece dejar de funcionar en el mismo momento en que se plantea, con un personaje principal estereotipado hasta el paroxismo y que repite una y otra vez las constantes prepotentes y cercanas al ridículo que marcan el mal cine de acción y aventuras que parece volver a inundar nuestras pantallas. En realidad, el hecho de presentarse como una película de animación es la única baza para no entrar en el olimpo de las películas fantásticas de serie B de nuestros días.
El aspecto visual, supuesto punto fuerte de la cinta al incluir renderizaciones de actores reales (Anthony Hopkins, Angelina Jolie, caricaturas de sí mismos), cae en desgracia cuando comprobamos que el diseño de los personajes resulta artificial, poco proporcionado y escueto en sus movimientos, de modo que la perfección estética en cuanto al uso de la luz, los millones de detalles, los encuadres y la narración continuada caen en saco roto al comprobar la poca credibilidad del aspecto estético de los propios hombres y mujeres del filme.
Lamentable pues tanto a nivel visual como (sobre todo) argumental, la película termina con un clímax tan absurdo y poco interesante como el resto del metraje, y se atreve a dejar abiertas las posibilidades de la resolución, temiendo una continuación o bien una supuesta reflexión por parte del espectador en la que es inútil invertir tiempo.
Una nueva decepción del, en otro tiempo, visionario director americano, del que se espera que con el tiempo vuelva al cine de carne y hueso y con él a un aceptable nivel de calidad artística.