Nueva película de Nick Cassavetes, con su tradicional estética a caballo entre el cine de Tarantino y de referentes de corte más social como Ken Loach, rueda la que es hasta ahora su mejor película, una mezcla temática muy interesante que funciona a modo de calidoscopio pero que toca con certeza todo lo que ofrece la trama del filme.
La película, que en otro tiempo resultaría controvertida, se convierte en su contexto en un incómodo alegato sobre la educación de los adolescentes, sobre las relaciones entre ellos, sobre el sistema educativo actual y los medios sociales y de comunicación que les bombardea.
Apabullantes actuaciones, tal vez por lo sorprendente de encontrar en una película de estas características creaciones de tanto peso como la que realiza una soberbia Sharon Stone, el desquiciado y genial Ben Foster o un no menos sorprendente Justin Timberlake que cuelga las botas de músico por un momento y se entrega al proyecto un resultado notable.
El ritmo se sostiene a pesar de que el pulso narrativo apenas existe, solventado por la fluidez del guión y por un montaje ágil y una habilidosa fotografía. La historia se trenza y pliega sobre sí misma, y a pesar del coágulo de personajes que ofrece, todos están embaucados en la piedra angular del secuestro infundado al adolescente, que vive un viaje desenfrenado y libertino, y que no carece de cierta crítica social, lo cual transforma la cinta en un material recomendable.
El horror de la lamentable situación parece estar suavizado por un aparente intento de mostrar el sinsentido de los actos de los personajes que se desenvuelven en esta red mal tejida de aprendices de mafiosos y niños mimados que han perdido el norte y los valores.
Queda latente en la película el problema de dos generaciones enfrentadas: unos padres más interesados en vivir los pequeños momentos que les quedan de ocio que en educar a sus hijos, y unos hijos que se encuentran perdidos en un mundo de comodidades y que terminan por construir su propia realidad en una burbuja dominada por la violencia y una extorsión absurda y carente de sentido.
La moralina, sin embargo, queda diluida en un final que no sabe mostrar con crudeza las consecuencias de unos actos irresponsables y no premeditados, descompensando el resultado final y endulzando su potente discurso.
Un filme de interesante contenido, si se sabe desgranar, con una realización solvente y que se torna en necesaria en estos tiempos, a pesar de que con total seguridad pase desapercibida o bien su mensaje se diluya en el contenido excusado de thriller policiaco.