Conviene acercarse a la película de Disney bajo un concepto musical para encontrar en ella a uno de los compositores más sugerentes del panorama del nuevo cine americano. Un joven Michael Giacchino que, sin hacer demasiado ruido, ha firmado algunos de los mejores trabajos de la última década en un cine comercial que no renuncia a darle a la banda sonora su necesario protagonismo.
La madurez del músico puede apreciarse no sólo a través del inspirado tema principal del score, sino por su manera de conjugarlo durante toda la partitura propuesta. Se trata de un trabajo constituido a partir de brillantes variaciones del mismo tema, que se presenta ya, tímidamente, al final del primer corte: A Thern for the Worse.
Si bien Get Carter, el corte que le sigue, es también una variación en clave de pura acción, donde realmente puede apreciarse el talento mágico del compositor para elevar la utilidad, adecuación y calidad del material con el que juega es a partir de Gravity of the Situation, la variación más sutil y también la mejor orquestada.
Al estar su tema principal tan impregnado de romanticismo, más propio de las epopeyas cercanas al cine clásico que del cine contemporáneo, Giacchino propone que los momentos de acción y aventuras estén recargados de manera desaforada en cuanto a lo orquestal se refiere. Fanfarrias y estridencias pero al servicio de lo aparente, nunca gratuitas.
Los temas secundarios, que arropan la banda sonora para construir otros climas diferentes durante el desarrollo del score son igualmente efectivos, utilizando coros de manera comedida y controlando los ritmos y el discurso de una manera sorprendente en el compositor. Thark Side of Barsoom es uno de los mejores ejemplos de estos procedimientos, aunque no es el único. El compositor no pierde de vista nunca el tono épico que debe poseer su partitura para insuflarle vida a la película.
Siempre se habla de la cercanía con el estilo de John Williams del músico, tanto por la proximidad estética y argumental de las películas en las que trabaja como por la tónica general de su música, que persigue un discurso muy similar al del maestro Williams tanto en lo armónico como en la manera de orquestar sus melodías. En ese sentido, Sab than pursues the Princess puede equipararse al trabajo del John Williams moderno, al estilo de algunos cortes de La amenaza fantasma (George Lucas, 1999).
La parte central del álbum está dedicada a las zonas más incidentales. Se da paso a la acción, a las creaciones de climas en un segundo plano. Apenas hay un momento para que sus líneas melódicas se desarrollen. En estos cortes bien cabe alabar la variedad de sus recursos con lo que acompañar la travesía que tiene lugar en la pantalla, pero de ningún modo sorprende por el tratamiento de sus materiales.
De hecho, no vuelve a ser hasta el último corte, el más largo de la partitura y encargado de cerrar la película, John Carter of Mars, cuando Giacchino no vuelve a recuperar los altos vuelos y el filme recupera a su vez el tono épico. Y ocurre así porque la banda sonora es entendida aquí como el plano narrativo que ayuda a transportar al espectador a ese otro planeta. Un mundo de las sensaciones que no puede ser entendido sin el universo de los sonidos.