Take Shelter (Jeff Nichols, 2011)

Ocurre desde el principio de los tiempos. El hombre siempre ha atravesado grandes momentos de crisis, periodos de delicado y peligroso equilibrio. Lo importante no es cómo superarlos, cómo vencerlos o cómo adaptarse a los cambios, sino saber enfrentarse a la ansiedad que producen las eras de la incertidumbre sin perder la cordura.

2011 fue un año en el que no pocos directores se acercaron a la angustiosa sensación de crisis global a través de la representación del fin del mundo. Un elemento divino que termina con la humanidad y que no sólo acaba con todos los problemas de un plumazo, sino con cualquier posibilidad de empezar de nuevo. En ese interés por filmar el fin definitivo de todas las cosas, Melancolía, de Lars von Trier, se convirtió en el máximo exponente de un gran calidoscopio de visiones apocalípticas.

Y si el film de von Trier se erige entre todos ellos como la pomposa culminación estética de un cierto estado anímico ante las circunstancias del presente, Take Shelter podría ser el perfecto reverso de aquella narración, alejándose de cualquier atisbo de grandilocuencia, al contrario que el discurso de Melancolía, para construir una ficción que posibilite el diálogo entre la enorme dimensión del desastre inminente y la pequeñez de lo cotidiano como unidad mínima de supervivencia. 

Curtis, el personaje protagonista interpretado por un magnético Michael Shannon, confronta su realidad contra las pesadillas de un mundo que se retuerce y parece profetizar la tormenta definitiva. Al despertar, el mundo calla. Curtis no sabe si algo funciona mal en su interior, o si lo que sueña son en realidad visiones del futuro. La película es hermosa porque sabe filmar el punto de vista del ser humano frente a la catástrofe definitiva. Jeff Nichols filma planos cortos, se centra en el dinero, en el trabajo, en las monedas que vienen y van, en los préstamos bancarios, en hacer frente a todos los pagos antes de terminar la jornada. Curtis siente que el mundo se acaba mientras los demás piensan únicamente en llegar a fin de mes.

La sociedad combate el miedo ignorándolo. Ante el temor que le provocan sus visiones oníricas, todo empuja a pensar que haya heredado los mismos problemas mentales que sufre su madre, recluida en una residencia. El temor del desastre se traduce, así, en más facturas que pagar, a través de un médico que intentará sanar la enfermedad de Curtis y hacerle olvidar su paranoia apocalíptica. Y mientras, en el corazón de la película, el padre de familia construye un búnker, en el que protegerse si finalmente ocurre ese cataclismo tantas veces soñado. De nuevo, ante el miedo, decidimos escondernos, tapar la cabeza lo más profundo posible, ocultarnos por completo para que no nos afecte.

Bajo la hipnótica música de David Wingo, la película desvela sus verdaderas intenciones en su tercer acto. En el fondo no es importante para el discurso que propone Jeff Nichols tener la certeza de si el fin del mundo es una realidad o no, sino que el individuo se enfrente, cara a cara, a todos esos miedos que lo abruman. Cuando la esposa de Curtis, una fantástica Jessica Chastain capaz de ejercer de enérgica madre de familia sin renunciar a una conmovedora dulzura, le pide a su marido que abra las puertas del búnker y compruebe si existe o no realmente la tormenta del fin del mundo, el film encuentra el más poderoso de sus momentos.

Abrir la puerta es entonces descubrir la verdad, para bien o para mal, y el simple hecho de atreverse a abrirla es el gesto de apasionante valentía que se transforma en uno de los más emocionantes momentos del cine contemporáneo. El plano, en contrapicado, condensa en sí mismo todas las preguntas acerca de cómo filmar esa incapacidad del ser humano para entender la magnitud del tiempo presente y la imposibilidad de saber mirar con mayor perspectiva que a través de su unidad familiar. Jeff Nichols lo ha conseguido con la historia más pequeña de todas.

Puede que Take Shelter, a su manera, sea la película de terror definitiva de nuestro tiempo. No hay manera de escapar, ni siquiera en sueños. Los perros arrancan brazos, los pájaros huyen de la tormenta que se acerca en el horizonte y lo cubre todo de olvido, y sin embargo Curtis se ve obligado a lidiar primero con cuidar de su hija sordomuda y de superar los problemas de incomunicación de la vida diaria. El horror llega cuando se confronta la vida diaria que todos intentamos mantener a salvo con la premonición de un desastre que no hemos sabido evitar a tiempo. Puede que sea la película de terror definitiva porque se ha atrevido a filmar nuestros miedos no a través de una bonita fábula repleta de imágenes exuberantes, sino ofreciéndonos la cara de un espejo que nos devuelve nuestra propia mirada.