Hace muchos años que Howard Shore se dio cuenta de su limitada habilidad para crear melodías memorables. Si los temas principales pertenecientes a la sobrevalorada banda sonora de El señor de los anillos, elementales y con poca riqueza musical, hubiesen pertenecido a cualquier otra película menos afamada, su celebridad y trascendencia serían con seguridad mucho menos notorias.
Donde el compositor sí es un verdadero maestro es a la hora de crear climas, atmósferas y tonos concretos. Tal vez no sea un escritor de grandes melodías, pero sí sabe generar emoción auténtica a través de un control absoluto de la armonía y de una orquestación muy bien ejecutada. En Hugo no hay ninguna melodía memorable, pero sí existen otras cualidades que hacen de la partitura una obra mayor en la carrera de su autor.
The Thief, el tema que abre la banda sonora, es un buen ejemplo de esta técnica. No hay tema musical entendido en su forma clásica. Primero hay una atmósfera, que parece querer llevar a discursos sonoros más elevados, y finalmente desemboca en lo más parecido al tema central de la película, que no es otra cosa que una sucesión de acordes y líneas melódicas que combinan tonos mayores y menores. En definitiva, el triunfo de la música viene por su conjunto sonoro, y no por su línea melódica.
Las fugas y las tracerías armónicas ocupan el grueso de la partitura. Aferrándose por enésima vez al tópico cultural, la banda sonora de una película ambientada en París obliga de manera aparentemente forzosa a revestirse con un acordeón y otros instrumentos originariamente europeos. El tópico esta vez no hace daño, no es suficiente razón para empañar el hermoso trabajo, que cabalga entre lo tierno y lo misterioso, el tono comedido de aventura y la atmósfera sentimental cargada de fuerza, no de sentimentalismos. Al despojarse de de algunos de sus tics acostumbrados, Howard Shore ofrece uno de sus mejores trabajos recientes.
The invention of Dreams es la pieza que mejor recoge la habilidad del compositor para generar un estado de ánimo a través de la cualidad de los timbres orquestales y no de lo que cuenta la música, que en realidad esconde un discurso muy pobre. Lo sorprendente es que el bloque armónico y su cuidada orquestación suplen de una manera poderosa esas carencias. En el fondo es uno de los mayores triunfos de Shore en su carrera, en tanto que se hace plenamente consciente de sus defectos y hace que sus virtudes sean las verdaderas protagonistas de su música.
The Message o A train arrives in the station son otros cortes que refuerzan y potencian esa sensación. No hay melodías que silbar, y sin embargo sí que hay una música capaz de conmover y de acompañar una historia ensoñadora. El músico se ha reinventado y ha ofrecido, a través de esta nueva filosofía, dos de los mejores trabajos de su vida en el mismo año. La desapercibida y fantástica partitura para A dangerous method (David Cronenberg) y esta para el filme de Martin Scorsese. Hugo acaba contando con su música una fábula artística, un auténtico trabajo de superación personal.