La trayectoria de Fernando Trueba resulta desde luego inusual. La historia de un melómano que se dedicó a dirigir cine. En algún punto del camino, Trueba abandonó el tono de comedia ligera de sus películas embargado ante la certeza de que el cine podía expresar su pasión por la música. Desde entonces, todos sus pasos parecen encaminados a llegar aquí, a Chico & Rita.
Ninguna película de animación con sello español se había atrevido a tanto ni había ido tan lejos. Cine de animación para contar una historia adulta, pero no por ello menos entrañable. Cine de animación que se atreve a contar la historia de un país, pero también de los sueños y del sentir de todos los cubanos. Y la música, para contar a través de ella una historia de amor.
Podría decirse que lo único que Trueba desea en el fondo es edificar unas bellas imágenes para la omnipresente música de Bebo Valdés, una especie de Fantasía pasada por la lente de lo latino. Pero el mundo musical de la cinta se convierte también en enclave y trasfondo para contar un amor imposible que renace con cada encuentro.
Si Chico & Rita es un triunfo no lo es sólo por la hermosura de su trazo y la belleza de sus colores, no lo es por el puro goce de contemplar la fluidez de su exuberante animación, sino por contemplar cuán impregnada está de cariño y humanidad hacia todo lo que ilustra. En el amor profundo y en la convicción de lo que cuenta descansa la mayor de sus virtudes, la de una narración sincera que no por adherirse a las estructuras convencionales del romance clásico pierde un solo ápice de su fuerza.
Chico & Rita invita a su relato a Tito Puente, a Charlie Parker, a Chano Pozo, a la contemporánea Estrella Morente, y su personaje protagonista es del todo una referencia directa al propio Bebo Valdés. La película no trata de reescribir la historia de la música, sino de invitar a todos esos nombres a confluir en una noche ebria de creatividad, una pequeña reunión de amigos que los convoque nuevamente a todos con la intención de sacar una sonrisa cómplice de quienes los ven y sobre todo los escuchan.
De lo que sí peca Trueba, sin embargo, es de su particular participación en el propio relato. Tal y como ha ocurrido en la vida real en la última década, Trueba y compañía aparecen para rescatar del olvido a los músicos cubanos de la fábula para relanzar sus carreras a través de una nueva producción que los coloque en el lugar que merecen y se den de nuevo a conocer al mundo.
Su propio personaje queda entonces como mecenas divino, como salvador y visionario. El argumento da entonces un giro y todo se transforma finalmente. La mano del Rey Midas ha tornado lo gris en prosperidad y ahora el happy ending vuelve a ser posible.
Ninguno de esos excesos logrará borrar la sonrisa capaz de dibujar todo lo demás que acontece ante nosotros, pantalla enorme y embellecida a través de suntuosos y liberados pinceles. Lo más hermoso de Chico & Rita no son finalmente sus imágenes, ni la sufrida pero tierna y entrañable historia de amor que propone.
Lo mejor de ella es contemplar cómo música e imagen, juntas por enésima vez, se hacen el amor apasionadamente para contar juntas algo mucho más grande que ellas por separado, y eso que cuentan tiene la capacidad de interpelarnos, de interrogarnos y también de apasionarnos. Música, imagen, amor. Amor por la imagen, amor por la música.