Street Dance está llamada a ser la nueva sensación para el público adolescente, de la misma manera que las comedias románticas o el cine de acción está llamado a acaparar otro tipo de público.
La corrección recorre esta película de principio a fin, una corrección que impide a la obra cualquier giro narrativo o desarrollo novedoso. Ninguna arista ni atisbo de originalidad, un desarrollo plano y previsible que discurre ante nuestros ojos sin mayores ambiciones son el primer y segundo plato del menú a degustar.
Una convencional historia de una adolescente que lucha por encontrar su camino vital y profesional ante las dificultades de la aceptación de su grupo de amigos, la formación de uno nuevo y la lucha por mantener sus convicciones e ideales en un contexto absolutamente ‘cool’ liderado por las tendencias del momento son los ingredientes de este blockbuster enfrentado a su condición de caducidad instantánea.
Los malogrados actores están al servicio de una historia marginal que deambula por naderías incontroladas donde lo único llamativo son las malogradas secuencias de baile ensombrecidas por una labor de montaje asesina que es capaz de cercenar la poca inspiración que ya de por sí atesoraba el filme.
El colorido y las situaciones cotidianas entre los adolescentes son los aspectos llamativos que se adivinan como atrayentes de la atención del público al que va dirigido, público que cae indefenso en las garras de una insulsa trama que no cuenta nada y que finalmente roba casi dos horas de sus vidas. Esta operación de anestesiado recibe más tarde el engañoso título de “entretenimiento”.
En definitiva, un pequeño taquillazo dispuesto a engañar a todo aquel que se preste a verla sin conocimiento de causa, una nadería en la que uno se pregunta si la revitalización de las películas de baile de los años ochenta era necesaria, vistos los resultados.