‘Quiéreme’ es una película que los americanos enclavarían en su llamado género “good feeling”. Es ésta una producción hispano-argentina que condensa tanto los defectos como las virtudes de la producción audiovisual de ambos países.
Por el lado argentino, ‘Quiéreme’ toma su argumento y su tono, una película de encrucijada moral y de buenos sentimientos que envuelve al protagonista (egoísta y mezquino en su comienzo) en una encrucijada que terminará con un cambio personal tan radical como esperanzador. Por el lado español, toma su agilidad en el desarrollo, su generosidad de medios, su corrección formal y su cambio constante de localización y planificación.
En cuanto a sus defectos, en fin, el primero acaba conduciendo a un desenlace ñoño de todas y cada una de las tramas argumentales, y el segundo hace transitar la película por lugares comunes y por ahogar cualquier atisbo de inspiración por culpa de una constante corrección que impide salirse de la norma establecida y un montaje tan académico y frío que convierte en insípidas las emociones de los personajes.
La película discurre así en un quiero y no puedo constante que obliga a pasar por alto su andar previsible y aletargado si se quiere disfrutar de ella, de sus evidentes pero a la vez entrañables diálogos y de una historia que acaba saliéndose del tiesto y desdibujándose a sí misma.
Rodada en Buenos Aires, Madrid y Cataluña (hermoso pueblo de Sitges), la belleza plástica de las tomas contrasta con su dificultad a la hora de narrar con fluidez, que no con rapidez. La rapidez y la agilidad están, lo que falta es decisión, menos contención, menos contemplación, más mordente, más garra, menos ensimismamiento, menos sensiblería y más fuerza, más pulso narrativo.
En esa maraña de efectismos y sensiblerías, el filme deja entrever sus virtudes de vez en cuando, en tanto que el espectador, enfrentado a los constantes ‘dejá vú’ que le asaltan mientras disfruta de la cinta, no deja de exclamar qué gran idea y qué poco aprovechada resulta. Cuando termina apareciendo Juan Echanove como el marido perdido, el padre desaparecido, ‘Quiéreme’ queda definitivamente anclada en un paisaje sin identidad, abrupto y cambiante, que nunca consigue encontrarse a sí misma.
Una historia donde actores, medios y paisajes están siempre correctos, nunca superan esa línea y nunca la rebajan, pero siempre queda la amarga sensación de que falte algo.