Bajo el disfraz de película musical y de danza que encierra la trilogía de Step Up, se esconde la vacuidad de un planteamiento juvenil que trata de ofrecer los mayores efectos pirotécnicos posibles como manera de entretenimiento.
Reforzada en la moda del 3D y en la genialidad incansable de sus bailarines, Step Up 3-D hilvana un argumento insulso, propio de una serie televisiva adolescente, con el único objetivo de ofrecer un apoyo a las escenas de exhibición y danza, el verdadero epicentro creativo de la película.
La calidad de los actores viene dada por su nivel como bailarines, nunca por su trabajo interpretativo. Apenas puede considerarse un problema, pues la cinta tiene pocos momentos de descanso frente a la oleada de luces, colores, bailes imposibles, música de éxito y el montaje frenético propio del género, que imprime un movimiento feroz a la cinta pero que destierra parte del espectáculo que propone la danza.
De cualquier manera, es la mejor rodada de las tres entregas, en tanto que el 3D ha propiciado que se soporten muchos mejor los planos estáticos, que ayudan mucho a apreciar el baile como secuencias completas, y ha suavizado el efecto de videoclip que Jon Chu imprimió a la segunda entrega de la saga, la misma que sufren la mayoría de producciones del género.
Step Up 3-D es la mejor película de las tres que componen la inconexa trilogía, pero no porque haya mejorado la calidad de quienes participan o el talento creativo de su director. Se trata de la comprensible evolución, técnica y narrativa, del cine comercial de los últimos años, que arrastra con un empuje inevitable al cine de entretenimiento hacia una cierta manera de producción.
Entre tanto, mientras la película se vanagloria de penetrar en el universo adolescente y conocerlo como ninguna otra propuesta contemporánea, también hay lugar para la crítica y para sentir nostalgia hacia un tipo de espectador que ya parece imposible concebir.
Ese espectador que, frente a la mejor escena de la película, en la que dos amigos ponen coreografía a un tema clásico, rodada a la manera de Stanley Donen y las películas musicales del pasado, jamás echará de menos a unos referentes que nunca ha podido conocer.