Después de una intensa semana por San Sebastián, sirvan estas breves líneas como repaso crítico a una amplia selección de las películas que pasaron por Donostia en 2017.
Submergence (Wim Wenders, Sección Oficial) – En Sumbergence, Wim Wenders construye una historia de amor que pueda convertirse, a partir de flashbacks entre los amantes, en la historia de amor definitiva. Pero al añadir otros temas solemnes alrededor para añadir un poso de trascendencia (la exploración del mundo, la vida personal, la superación del pasado… ¡hasta el yihadismo tiene cabida!), aquellos elementos engullen al tema protagonista, le restan credibilidad al relato en lugar de sumársela. El resultado es frágil, poco convincente, con Alicia Vikander y James McAvoy perdidos a la deriva con un mar de miradas en común. Lo mejor que puede decirse de ella es que termina resultando entrañable.
Alanis (Anahí Berneri, Sección Oficial) – Alanis es un auténtico ejercicio autoral que persigue a una joven prostituta a través de su caótica vida cotidiana, disección de personaje y crítica social al mismo tiempo. La realizadora acompaña en todo momento el cuerpo de Sofía Gala, su actriz principal, y lo somete a un día a día extenuante con su bebé a cuestas. El nombre del personaje, chiste recurrente de la película que quizá funcione mejor en el papel que en la pantalla, es también un reflejo de la propia vida de la joven: un pasado prometedor y un presente que condena al olvido.
L’Amant D’un Jour (Philippe Garrel, Zabaltegi) – Garrel firma, en L’amant d’un jour, otra película sobre el amor y el desamor atravesada por la crudeza de su acostumbrado blanco y negro que introduce, esta vez, nuevos elementos que la elevan. Quizá por su mirada paternal al contar con su hija como actriz, Esther Garrel, sus personajes son los más vulnerables que ha concebido en mucho tiempo, lo más cercanos. O tal vez por su cuidada estructura circular, donde el trío protagonista atraviesa estados emocionales por los que otro de ellos ha pasado ya. La belleza con la que filma a sus actores y la pasmosa naturalidad de su puesta en escena convierten la película en un poema que, aún con las constantes del cine de Garrel, suena a como si el amor se narrase por vez primera.
Fireworks: Should we see it from the side or the bottom? (Nobuyuki Taekuchi, Akiyuki Shinbo) – Detrás del título de este anime se esconde una interesante metáfora. En Fireworks: Should we see it from the side or the bottom? se invita a no dar nada por sentado, a mirarlo todo con nuevos ojos. Adaptación de una obra del cineasta Shunji Iwai, la película plantea los universos alternativos que podrían formarse de tomar otras decisiones en momentos decisivos del pasado. La historia de amor que vertebra el filme se va transformando de esa manera, llenándose de las palabras que más repiten sus protagonistas: “¿Y si…?”
El autor (Manuel Martín Cuenca, Sección Oficial) – Si ‘Caníbal’ era una especie de ‘Vértigo’ a la española, con aquella amante que volvía a la vida en forma de hermana gemela, ‘El autor’ es una suerte de ‘Ventana indiscreta’, con alguien que se ha propuesto escribir un libro y descubre que observar la realidad acaba con el deseo de transformarla. No es casual la comparación de Martín Cuenca con Hitchcock: la mano del realizador es la de alguien preocupado por el relato pero también por la mejor forma de narrar. El cineasta, más despreocupado que nunca, ejecuta un retrato de la obsesión a la vez que se detiene a contemplar las pequeñas maravillas que esconde el Sur en cada esquina.
The Square (Ruben Östlund, Zabaltegi) – ¿Por qué hacer una radiografía del matrimonio como en Fuerza mayor (2014), si se puede hacer un retrato gigantesco de la sociedad entera como si se tratase de un cuadro de Peter Brueghl? Ruben Östlund no sólo odia a su propia clase social, sino que teme a aquella que siente que está pisando. La película se convierte así, girando a partir de un protagonista arquetípico, en un retablo de todos los males del presente. Pareciera que el realizador se sirve de una peligrosa fórmula basada en la provocación constante, un juego que termina por anestesiar. Al querer convertir todo en una caricatura, Östlund construye una película hecha de brillantes momentos aislados, pero la mirada esta vez no observa, sino que condena. Parece que, por el camino, Östlund parece haber olvidado que también se está retratando a sí mismo.
No Intenso Agora (João Moreira Salles – Zabaltegi) – Es sorprendente que un denso documental sobre mayo del ’68 esté construido como elogio de la nostalgia, y no al revés. ‘No Intenso Agora’ parte de la melancolía de las imágenes sobre el mayo francés y, aún a pesar de su extenso y preciso trabajo de documentación, no renuncia nunca a una voz en off poética, a la reflexión en voz alta, a impregnarlo todo de nostalgia, y a superponer el retrato familiar al ejercicio historicista, por mucho que esas inocentes imágenes en super 8 hayan quedado entremezcladas con los acontecimientos. A pesar de la extensa duración de la obra, el documental trata siempre de ganar la batalla a partir de la melancolía, lo que puede arrastrarla a una peligrosa recreación en algunos momentos. Cuando la película termina repitiendo íntegramente la ‘Salida de los obreros de una fábrica’, de los hermanos Lumière, mientras suena una hermosa canción, todo parece supeditado a la evocación de lo nostálgico desde la pura raíz del sentimiento, como si no importase el contexto.
Love Me Not (Alexandros Avranas – Sección Oficial) – En realidad, ‘Love Me Not’ es un thriller al uso, sólo que Avranas parece esclavo de su propio estilo, el que le reportó el éxito internacional con ‘Miss Violence’ (2013), siguiendo la fórmula de Giorgios Lanthimos en la que la disección de la familia y una puesta en escena aséptica iban a conformar la pátina discursiva y estética de toda una Grecia post-crisis económica. Más que funcionar como metáfora de los problemas de la intimidad del hogar, ‘Love Me Not’ juega, como de costumbre en el género, a la provocación gratuita y al coqueteo con el gore desde una cierta elegancia formal que sea capaz de convertirlo en algo sofisticado. La película puede ser sobrecogedora por su dureza, pero bien es cierto que gran parte de su poder comunicante se ha perdido. Conviene recordar que desde ‘Canino’ (Giorgios Lanthimos) han pasado ya diez años.
On Body and Soul (Ildikó Enyedi – Perlas) – La película ganadora del Oso de oro en Berlín juega a construir un tímido romance entre dos personas heridas a partir de la fantasía. Mientras que la realidad que experimentan en su jornada laboral es fría y distante, comparten sueños en los que se transforman en ciervos y vagan por un paisaje helado. Sin embargo, es interesante que al final, esta película de la Europa del Este que pretende abrazar alegremente algunos estilemas del mal llamado estilo Amèlie termine con una escena de sexo entre los amantes que no tiene nada de color de rosa. Tampoco lo contrario: al final de un proceso que ha tenido de todo, desde los pasajes más románticos hasta los más trágicos, vuelve la realidad a la relación de pareja. El resultado invita a pensar que On Body and Soul ha llegado a su tramo final como ha podido, y no como hubiese querido.
Handia (Jon Garaño, Aitor Arregi – Sección Oficial) – Es importante recordar que los autores de este filme son también los del laureado filme Loreak, para entender que la mayor ambición de los realizadores vascos es la de hacer cine de género más allá de la intención de sembrar cualquier tipo de mensaje. En este caso, la presencia de un joven con gigantismo hace que una familia de agricultores se lance a explotar la imagen del chico para ganar dinero, lo que les empuja a salir fuera del país vasco en busca de las mejores ferias europeas. Da la impresión de que todo quedaba mucho mejor en el papel que sobre la escena: la película termina avanzando a partir de su fastuoso diseño de producción y de una labor fotográfica espectacular. La narración, sin embargo, va quedando en segundo plano conforme el viaje llega a su fin.
Call me by your name (Luca Guadagnino – Perlas) – Una película escrita por James Ivory y dirigida por un director profundamente formalista tiene, en principio, todas las papeletas para salir bien. El resultado, el relato de un adolescente que descubre una atracción irrefrenable hacia un estudiante acogido por su padre, es el de un filme sensible y hecho con un cuidado especial que se preocupa en todo momento por las formas de representar el encuentro amoroso, desde la sensibilidad y nunca desde el deseo de exhibir ningún virtuosismo. De nuevo vuelve a estar John Adams en la banda sonora. Pero si en I am Love sonaba el John Adams sinfónico, sugiriendo que la historia de amor adulta era la de un gran relato, aquí sólo suena la música de cámara del compositor americano, lo que invita a pensar en una historia más pequeña, en un momento de puro aprendizaje vital, en una relación menor. Si es cierto que esta encantadora película es la puesta en escena de un relato menor, ¿por qué es tan inabarcable la duración del filme?
La douleur (Emmanuel Finkiel – Sección Oficial) – Emmanuel Finkiel sitúa esta historia de espera y amor eterno al final de la Segunda Guerra Mundial, con el Holocausto como centro neurálgico de todos los males de una protagonista que espera pacientemente el regreso de su marido, apresado durante la Guerra. La película se aleja del drama histórico al uso: se revela pronto como un sensible retrato de la espera, un doloroso documento de los mecanismos de la espera de un amor frustrado que trasciende a la época en la que se sitúa. La cámara sigue la nuca de su protagonista como si quisiera ver lo mismo que ella, la persigue por la ciudad para descubrir que siempre va a estar sola entre tanta gente. Cuando el resto de las cosas comienzan a quedar fuera de foco para el resto de la película salvo el rostro de la chica, La douleur ofrece un espacio íntimo únicamente habitado por los infiernos interiores de una mujer que ama, y espera.
Morir (Fernando Franco – Sección Oficial fuera de concurso) – En cierto modo, ‘Morir’ es una exploración de todo lo que ya habitaba con intensidad ‘La herida’ (2014). Fernando Franco vuelve a servirse del cuerpo en transformación de Marian Álvarez para contar, esta vez, la desintegración de pareja y del propio cuerpo a partir de la enfermedad terminal del novio de la protagonista. ‘Morir’ deja entrever los huecos que no se apreciaban en la ópera prima de Franco, con unos tiempos muertos en los que esta vez parece haber poco que decir. La huida consciente de todo atisbo de sentimentalismo ha configurado, también, una película que parece huir de sí misma, de todo aquello que podría revelar un cierto humanismo. La única preocupación parece ser observar, desde una posición peligrosamente aséptica, cómo la entrega de Marian Álvarez en el proceso genera una experiencia personal propia de un mártir y la necesidad de pasar por ello, por doloroso que pueda ser. Los grandes momentos de esta cinta parten de recursos ya explorados en la película anterior, sin nuevos hallazgos que los iluminen de nuevo. Lo peor que puede decirse de una película como esta es que la muerte del personaje principal casi pueda producir indiferencia.
Una especie de familia (Diego Lerman – Sección Oficial) – La película comienza con una mujer que ha detenido su coche en mitad de ninguna parte, con la mirada perdida. Aquel sobrecogedor plano, que la persigue cuando sale del coche y reencuadra la escena, va a ser toda una declaración de intenciones: Diego Lerman no quiere despegarse en ningún momento de Bárbara Lennie en ‘Una especie de familia’, la historia de una mujer de ciudad que en su intento por adoptar a un bebé en las afueras descubrirá que nada es tan sencillo como parece. Más allá del convincente trabajo de la actriz, todo un clásico ya en cada película que protagoniza, lo más sugerente de ‘Una especie de familia’ es la construcción de cada escena, la forma de ponerla en imágenes, la bella representación de un retrato obsesivo por la autorrealización, en la que perderlo todo por el camino. El viaje de Bárbara Lennie termina por ser una travesía épica en lugar de una simple historia de maternidad.
You Were Never Really Here (Lynne Ramsay – Perlas) – Lynne Ramsay convierte la novela de Jonathan Ames, un crudo retrato de violencia, en una masterclass de puesta en escena. La historia de un matón a sueldo se muestra desde el primer minuto como ejercicio narrativo que negocia en todo momento qué mostrar y cómo hacerlo para poder sugerir todo aquello que no se muestra. Resulta curioso que una película tan violenta huya en su mayoría de mostrar explícitamente las situaciones más desagradables. La relación entre Joaquín Phoenix y una niña a la que se le ordena rescatar condiciona visualmente el resto de la película: una especie de bella y bestia que acentúa, aún más, la plasticidad de la película en favor de la estética propia de un cómic. La presencia de Jonny Greenwood en la banda sonora parece consagrarse a ofrecer un paisaje sonoro siempre contrario a las espectativas, lo que define bien la película: un juego de contrarios constante que no siempre sienta bien al conjunto, pero al que no se le puede negar su valentía.
The Day After (Hong Sang-Soo – Zabaltegi) – Acercarse a una obra de Hong Sang-Soo suele ser sinónimo de acierto, incluso cuando conocer su cine hace cada nueva pieza aún más valiosa, en tanto que infinita variación de unos mismos pensamientos. ‘The Day After’ no es la excepción, pero hay en ella nuevos elementos que la convierten en una parada obligatoria para poder entender hacia dónde se dirige: siempre ha habido melancolía, pero nunca como aquí, tan concreta, tan apegada a lo real. Hay un poso de desesperanza que antes no estaba. Quizás ayuden el blanco y negro y que, esta vez, la repetición tenga que ver con una suerte de pérdida de memoria del protagonista, y no con un puro juego ficcional. ¿Existe el concepto de película menor en un autor como este? De ser cierto, ‘The Day After’ ocuparía uno de los grandes lugares en ese grupo.
Pororoca (Constantin Popescu – Sección Oficial) – No es sencillo encontrar una película que justifique el debate sobre la necesidad por reivindicar desde la provocación, especialmente cuando la provocación viene acompañada del capricho. Dicho de un modo más tajante y atrevido, y quizá erróneamente inspirado por la visceralidad, quizá no todas las formas de provocación sean justificables. La historia de un padre que pierde a su hija en un parque, narrada bajo un dominio técnico de impresión, no se convierte en un canal para denunciar el fallido sistema político o judicial, sino más bien un pretexto para poder llevar a la película hacia un desasosiego gratuito. Más que acercarse al cine rumano de la última década, casi parece retorcer el estilo de Memories of Murder (Bong John-ho, 2003), pero en lugar de enfocarse hacia el sistema, pone el foco en el espectador, en crear una montaña rusa emocional. Una decisión que termina llevando el relato hacia terrenos en los que traficar con el morbo, jugar con el sentimiento de frustración, y buscar el desasosiego aún cuando comporte una cierta gratuidad. El resultado no es tanto una situación denunciable como una película reprobable.
The Night I Swarm (Damien Manivel, Kohei Igarashi – Zabaltegi) – Después de la espléndida ‘Le Parc’ (2016), Damien Manivel ha concebido un precioso retrato a cuatro manos en el que repasar un día en la vida de un niño que un día decide girar el rumbo en lugar de ir a la escuela. El resultado no es sólo una exhibición de ternura y una valiente apuesta por observar desde el silencio, sino por encima de todo una poderosa manera de mirar a través de otros ojos que revelan un mundo que no está hecho para ser habitado por un niño. La poética de las imágenes choca con la solitaria indefensión del pequeño. Un film sin diálogos que ha tratado de que aquella ausencia de palabras se convierta en una virtud, en una necesidad y no en una simple y caprichosa imposición formal.
Beyond Words (Urszula Antoniak – Sección Oficial) – Cuesta creer que quien firmase hace apenas unos años una película como ‘Nothing Personal’ sea capaz de firmar, también, una película de un trazo grueso como el de ‘Beyond Words’, una película en la que la ausencia de toda naturalidad atraviesa la pantalla hasta alcanzar límites preocupantes. Su fotografía en blanco y negro, la interpretación de los actores, su guión aleccionador e incapaz de alcanzar ese buscado equilibrio entre surrealismo y crítica social… Todo parece impostado en un filme donde la ingenuidad estropea la construcción de un mensaje sólido y coherente. Quizá lo más terrible sea su poca habilidad para transformar los paréntesis del relato en los que hay un intento por estilizar la puesta en escena, ralentizando los planos y añadiendo un tema de piano recurrente, en momentos significativos. Es muy probable que esta sea una de las grandes decepciones de toda la Sección Oficial.
Mother! (Darren Aronofsky – Perlas) – Aronofsky construye, en ‘Mother!’, enarbolar un relato oscuro, intrincado y pesadillesco que no sólo reescriba el Génesis en clave de película burtoniana. También puede entenderse como una representación dantesca de los miedos e inseguridades propios de cualquier proceso creativo, ya sea la escritura de un libro en el caso de él, o la gestación de una nueva vida, en el caso de ella. Más allá de una portentosa labor de iluminación, que persigue a Jennifer Lawrence a través de los pasillos de una vivienda que parece esconder numerosos secretos, hay poco que salvar de una película concebida en sentido circular y que sólo tiene sentido tras su rúbrica final, lo que deja en entredicho un desarrollo narrativo de muy poca entidad que no deja de caer en los recursos más toscos del cine de terror más pobre. Curiosamente, otro filme en San Sebastián más preocupado por arrancar reacciones viscerales en quien pueda verla que por todo aquello que tiene entre manos.
The Disaster Artist (James Franco – Sección Oficial) – En un momento del rodaje de ‘The Room’, la película a la que homenajea ‘The Disaster Artist’, se hace una pausa para recriminar a Tommy Wiseau (James Franco) que se empeñe en reír en medio de una secuencia tan dramática. “¡Es que así es el comportamiento humano!”, se defiende, y vuelve a hacerlo en la siguiente toma. Pareciera que a Franco le ha seducido por completo la oportunidad de encarnar a un personaje fascinante e inverosímil como Wiseau, el artífice de una de las consideradas peores películas de la historia. El homenaje de Franco hacia el personaje real se encuentra a medio camino entre la admiración y la burla, y busca provocar una reacción cómplice en el mismo sentido. Pero una realización plana, la obsesión por calcar los planos del filme original y la ausencia de un trabajo significativo en la puesta en escena limitan la película a una mera diversión en torno a la caricatura y a la lectura ligera de una entrañable e ingenua persecución del sueño americano. Carcajadas que quizá no dejen ver el bosque.
Loveless (Andrei Zvyagintsev – Perlas) – Resulta muy curioso que en San Sebastián hayan coincidido dos películas antagónicas en su forma pero que cuentan un relato muy similar. Del mismo modo que ocurría en ‘Pororoca’, la película rumana de Sección Oficial, ‘Loveless’ está vertebrada en torno a la desaparición de un menor. Pero si aquella utilizaba ese pretexto para la provocación del desasosiego y la ausencia de todo sentido vital, aquí Zvyagintsev utiliza su material argumental para poder hablar de un universo adulto resquebrajado por la inmadurez y unos hábitos sociales que los condenan tanto a repetir errores del pasado como a la infelicidad crónica. Una dura radiografía del país que bien puede considerarse un retrato de cualquier sociedad moderna, por mucho que este poderoso realizador se preocupe por dejar claro la cantidad de trabajo que aún queda por hacer en su lugar de origen.
The Florida Project (Sean Baker – Perlas) – No es sencillo hablar de ‘The Florida Project’ sin pasar por un proceso de reflexión que pueda situar la película en un contexto justo. La dificultad estriba en que se trata de un filme sobre una comunidad de adultos filmada desde el punto de vista de los niños. El resultado es una película muy especial en su factura técnica, con largos planos que persiguen a los pequeños a través de un complejo de apartamentos en Florida, pero que en muchas ocasiones no sabe hacia dónde mirar realmente: si hacia las travesuras infantiles provocadas por la mala educación, si hacia la vida cotidiana del mánager del complejo (Willem Dafoe), o si hacia las penosas decisiones vitales de una madre para poder pagar el alquiler. Aquel trasiego de patio de luces produce un interesante caleidoscopio, pero cuya indecisión hace naufragar a la película en su segunda mitad. En cualquier caso queda la promesa de regresar a esta película en el futuro; se trata de uno de esos filmes que no dejarán de crecer en la memoria, aunque quizá sea pronto para decidir si lo es simplemente por lo que podría haber sido y no ha conseguido ser.
The Sower (Marine Franssen – Nuev@s Director@s) – La ayudante de dirección de Olivier Assayas y otros ilustres del cine francés se ha lanzado a la dirección con una película de época, ‘The Sower’, en la que la represión de Napoleón III ha originado que un poblado quede habitado únicamente por mujeres. La llegada de un joven soldado precipitará comportamientos y actitudes inéditas que la cámara escruta con especial curiosidad. A pesar de que las referencias pictóricas de la película son frecuentes y otorgan una belleza contemplativa a los planos que pueden amenizar el trayecto, ha de lamentarse en la cinta un mayor atrevimiento por parte de la recién llegada cineasta para escarbar del todo en la interesante premisa que plantea. Lo más característico de ‘The Sower’, finalmente, es ese miedo a excederse que sitúa a la película en el lugar contrario de donde debería estar: aterriza demasiado pronto en un terreno del todo inofensivo.
The Captain (Robert Schwentke – Sección Oficial) – Alemania parece plantear el cine como manera de limpiar la conciencia y condenar el pasado, pero de esa operación también pueden nacer algunos riesgos. ‘The Captain’ propone la historia de un joven soldado que encuentra el uniforme abandonado de un superior y se hace pasar por él, poniendo en cuestión toda la naturaleza del orden jerárquico al meterse en el papel con el deseo de sobrevivir en plena Segunda Guerra Mundial. La película, filmada bajo una poderosa labor de fotografía (al escribir estas líneas, la noticia del premio recibido a la mejor fotografía es ya una realidad), no evita subrayar cada acto de maldad de los soldados para poder condenarlo. Más que ofrecer un debate, la forma de narrar invita a pensar en un cine-fórum de corto alcance, un filme que impone sus ideas tal y como lo hacía el régimen al que parece estar poniendo en duda. Ni siquiera la ambigüedad moral de los soldados que obedecen este falso superior justifica una mirada fílmica que no puede evitar un cierto carácter aleccionador.
Ex Libris: New York Public Library (Frederik Wiseman – Zabaltegi) – A diferencia de otros filmes de Frederik Wiseman, ‘Ex Libris: New York Public Library’ se encuentra ante una duda fundamental: ¿qué espacio filmar? Si Berkelee o la National Gallery parecían templos que reverenciar a través de la cámara, lugares concretos que habitar desde la imagen, la biblioteca pública de Nueva York tiene tantos centros disgregados a lo largo de la ciudad que el documental debe estar viajando con insistencia de un despacho a otro, de una sala a la siguiente, de un auditorio al otro. En esa dispersión del espacio se diluye parte de la propuesta, aunque Wiseman siga regalando momentos de impagable factura, ofreciendo el privilegio de observar la intimidad de este espacio. Más allá de su valor didáctico, Ex Libris encierra no pocas reflexiones sobre cómo filmar un espacio, acercarse a él y qué mostrar finalmente de entre todo lo filmado.
Le lion est mort ce soir (Nobuhiro Suwa – Sección Oficial) – ¿Dejaremos de mencionar los ‘400 golpes’ de Truffaut cada vez que hablemos de Jean-Pierre Léaud? Hay demasiada historia del cine sobre ese rostro como para ignorarlo. En ‘Le lion est mort ce soir’, el mítico actor sube unas escaleras y se encuentra con una adolescente. En realidad, la joven es la niña protagonista de ‘Yuki & Nina’ (2009), una película también con la infancia y los fantasmas como protagonistas, y este nuevo filme habla también del cuerpo en la pantalla, de la fijación del cine por atrapar los rostros y de cómo esos rostros son capaces de ganarle la batalla a la muerte. Suwa filma a unos niños que tratan de hacer una película y al tiempo se contagia de ello también en su manera de filmar, lo que hace que el relato pierda todo peso dramático y se convierta en una especie de poema, libre y sin ambiciones. Una hermosa manera de mirar a la vida y a la muerte a través de la cámara de cine.
The Wife (Björn Runge – Sección Oficial) – A riesgo de lo que pueda parecer, ‘The Wife’ entra de lleno en los terreno del telefilme pero con una cierta conciencia de sus limitaciones. La historia de un escritor a punto de recibir el premio Nobel por su carrera va a desatar muchas tensiones en la familia, lo que sirve al dúo protagonista para exhibir todo su arsenal interpretativo y tratar de otorgar tres dimensiones a unos personajes de carácter previsible. Se trata de dos actores que aman la historia y lo transmiten trascendiendo su corto alcance y una mirada decididamente discutible en la moraleja que propone el epílogo para la sufrida esposa del escritor. Puede que esta exhibición actoral sea la única de sus virtudes, pero este pequeño filme sabe poner en valor esos pequeños recursos.
Apostasy (Daniel Kokotajlo – Nuev@s Director@s) – Si el cine es una hermosa herramienta para encontrarse cara a cara frente a la personalidad de un cineasta y ver el mundo a través de sus ojos, entonces esta película sobre una joven que pertenece a los testigos de Jehová puede considerarse la cúspide de aquella afirmación. Resulta reveladora para penetrar en el interior de quien la ha dirigido. La opera prima de Daniel Kokotajlo, ‘Apostasy’, bien parece sacada de una profunda experiencia de dolor personal, que se filtra en las imágenes de su pequeña película y que atañe a las convicciones morales de una familia profundamente religiosa. ‘Apostasy’ terminará explorando las tensiones entre la fe, la relación con la familia, el amor y los peligros del fundamentalismo a través de una sensibilidad con la cámara nada impostada. Si bien el filme cae por momentos en los terrenos de lo obvio o lo aleccionador, no parece exento de pocas conquistas narrativas.